Especialistas en Psicología Infantil. Psicólogos en Murcia y Molina de Segura

Especialistas en Psicología Infantil. Psicólogos en Murcia y Molina de Segura

En Clínica Vanesa Hernández somos especialistas en Psicología Infantil. Nuestras psicólogas infantiles ofrecen las mejores soluciones a través del tratamiento psicológico que necesite cada niño/a en particular.

Con la terapia infantil, se trabajan las dificultades tanto con los niños como con los padres, ya que ellos son los principales agentes de cambio dentro del seno familiar. Nuestra experiencia clínica nos indica la necesidad de trabajar con los padres por diversos motivos, pero principalmente, la necesidad que éstos mismos manifiestan en querer saber cómo gestionar las diferentes situaciones que viven día a día con su pequeño. Por ello dotamos a los padres de herramientas de gestión y afrontamiento, para que sepan cómo responder ante esas circunstancias, así como para poder ayudar a su hijo/a en su malestar.

Las principales dificultades que acuden a consulta son:

  1. Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA o TDAH).

¿Observas que tu hijo es más inquieto que el resto de niños?¿Qué no puede dejar de moverse?¿Que incluso sentado se remueve en su asiento?¿Qué se levanta continuamente de la mesa o cuando está en clase?¿Qué corre o salta en situaciones donde no es apropiado ni por las circunstancias ni para su edad?¿Tiene dificultades para jugar con otros niños? ¿Le cuesta guardar turno y precipita sus respuestas? ¿Interrumpe actividades de otros? ¿Es despistado, incurre en errores y parece que no te escucha cuando le hablas?¿Tiene dificultades para organizarse y le disgusta hacer cualquier tarea que implique un esfuerzo mental?

Si tu respuesta es afirmativa a varias de estas preguntas, puede ser que tu hijo sufra un Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH)

2. Problemas de comportamiento.

Si tu hijo no te obedece, no eres el único. El motivo más frecuente por los que los padres acuden a consulta son los problemas de comportamiento de sus hijos, tales como desobediencia, oposicionismo, rabietas desproporcionadas…

3. Desobediencia y/o oposicionismo.

4. Celos entre hermanos.

En general, los niños celosos pueden manifestar algunas de las siguientes conductas:

  • Cambios de humor no justificados.
  • Signos de infelicidad. Lloro frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de expresiones tales como “No me quereis…”
  • Conductas regresivas, (no presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas), con el simple motivo de llamar la atención de los padres (pipí en la cama, negarse a comer, agresividad injustificada hacia objetos o animales, comportamiento social anómalo, etc.).
  • . Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de gestos inmaduros como chuparse el dedo.
  • Alteraciones en los patrones de comida (menos apetito o más selectivo con los alimentos, rechazando platos antes preferidos o se le tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar nocturno, solicitar dormir con los padres, etc.)
  • Negativismo, terquedad, dificultad para obedecer.
  • Niegan sus  errores y culpabilizan a los otros de sus problemas o actitudes (en especial al hermano objeto de celos).

5. ANSIEDAD INFANTIL

Al igual que en las personas adultas, los niños también tienen ansiedad. La manifestación de los síntomas en ellos, puede se ligeramente diferente a cómo se presenta la ansiedad en adultos, pero la viven con el mismo sufrimiento.

6. MIEDO Y FOBIAS INFANTILES

Al igual que en los adultos, los miedos en los niños son reacciones de alarma frente a situaciones desconocidas o que ellos perciben como peligrosas. Es algo normal en el desarrollo evolutivo de los niños. Por ello, la mayoría de ellos remiten por sí solos, sin tener que actuar  de modo especial sobre ellos.

Sin embargo, en ocasiones persisten más allá del periodo de tiempo en el que se supone que es algo normal, o se presentan con una intensidad mayor de lo que debiera, provocando un gran sufrimiento para los niños.

Los niños manifestaran su miedo a través de  conductas como llanto, gritos, irritación, huída o evitación de una determinada situación, temblores, sudoración, urgencia para orinar, aceleración cardiaca o tensión muscular, entre otras muchas.

7. DEPRESIÓN INFANTIL

Es motivo de estar atentos de nuestro hijo cuando observemos en él algunos de estos síntomas:

– Está continuamente triste y llora con más facilidad
– Ha perdido el interés por los juegos  preferidos y por la escuela
– Se distancia de sus amigos y de la familia
– Habla menos
– Se aburre y se cansa con facilidad
– Presenta menos energía o concentración
– Está irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, montando rabietas o berrinches con más facilidad
– No tolera  hacia el rechazo y el fracaso
– Expresa baja autoestima, depreciándose a sí mismo
– Elige “finales tristes” para sus cuentos y representaciones
– Se comporta de una manera agresiva
– Se queja constantemente de dolores tales como de cabeza o de estómago
– Duerme demasiado o muy poco
– Come demasiado o muy poco
– Presenta comportamientos regresivos, hablando como un bebé u orinándose en la cama
– Habla de suicidio o ideas de muerte
– Habla de escaparse de casa

8. PROBLEMAS DE ALIMENTACIÓN.

Son muchos los padres preocupados por la falta de apetito de sus hijos. Para muchos se convierte en una preocupación diaria, pues el hecho de que un hijo no coma o no coma lo que uno espera o cree que es lo adecuado, se convierte en el problema a solucionar a diario. Los padres prueban con todo tipo de juegos, hacer la comida más atractiva para el niño, prometer recompensas, pero nada de esto les funciona en ocasiones. Entonces entran en un bucle en el que los momentos en que toca comer se cargan de tensión y mal humor.

9. DIFICULTADES PARA ESTUDIAR Y TÉCNICAS DE ESTUDIO.

Las dificultades a la hora de estudiar, de hacer deberes, superar exámenes, se dan con frecuencia entre los escolares de distintas edades.

Las causas pueden ser muy diferentes: dificultades para centrar la atención, dificultades en el aprendizaje, carencia de hábitos de estudio adecuados, motivación insuficiente, técnicas de estudio inadecuadas, ansiedad ante los exámenes…

Estas dificultades pueden tener también múltiples consecuencias, desde conflictos continuos con los padres hasta ansiedad y estado deprimido en los niños o adolescentes.

Por ello, es necesario, identificar el problema para poder poner la solución adecuada. Con el aprendizaje de técnicas de estudio adecuadas, establecimiento de hábitos eficaces, aumentar la motivación, gestión de la ansiedad, y demás técnicas necesarias, según cada caso, el niño o adolescente podrá conseguir los resultados académicos deseados

10. ANSIEDAD ANTE LOS EXÁMENES Y FALTA DE MOTIVACIÓN.

11. HABILIDADES SOCIALES Y DE RELACIÓN.

Para los niños su grupo de iguales y el ser aceptado por ellos es una de las cosas más importantes. Sin embargo, en ocasiones, el niño no consigue integrarse por falta de habilidades y timidez.

12. ADICCIÓN A LA TÉCNOLOGÍA.

La adicción a la tecnología es ya un hecho, que por desgracia en los adolescentes va aumentando por días. Si tienes dudas, consúltanos

 

 

 

13. PROBLEMAS DE ACOSO ESCOLAR.

 

 

 

Equipo Clínica Vanesa Hernández

Psicólogos en Molina

Psicólogos en Murcia

 

 

 

¡Mi hijo no come! ¿Qué puedo hacer?

No es raro escuchar a una mamá  frases del tipo: «mi niño no me come», «este niño no come nada», «mi hija se alimenta del aire, porque comer no me come», «la hora de sentarnos a la mesa es un drama todos los días, no le gusta nada», «ya no me funcionan los castigos…», «lo curioso es que en casa ajena come de todo»

Son muchos los padres preocupados por la falta de apetito de sus hijos. Para muchos se convierte en una preocupación diaria, pues el hecho de que un hijo no coma o no coma lo que uno espera o cree que es lo adecuado, se convierte en el problema a solucionar a diario. Los padres prueban con todo tipo de juegos, hacer la comida más atractiva para el niño, prometer recompensas, pero nada de esto les funciona en ocasiones. Entonces entran en un bucle en el que los momentos en que toca comer se cargan de tensión y mal humor.

Para poder abordar este tema de un modo eficiente, tenemos que tener en cuenta algunas cosas antes de considerar que nuestro hijo realmente tiene un problema de la alimentación:

No todos los niños necesitan comer la misma cantidad ni es necesario que a determinadas edades nos empeñemos en que los niños COMAN DE TODO.

Si el niño se le ve con energía, su rendimiento es adecuado y está en un percentil dentro de la media, no hay de qué preocuparse.

Hay niños que se ponen malitos con frecuencia, y la enfermedad agudiza la inapetencia en ellos, sobre todo cuando es una enfermedad aguda. En este caso hablaríamos de inapetencia reciente, y remite de forma progresiva y espontánea una vez que la enfermedad ha desaparecido.

En este caso, habría que tener especial cuidado en no utilizar la alimentación como refuerzo o castigo, o como medio de atención hacia el niño, ya que pasada la enfermedad estos patrones de aprendizaje podrían establecerse com algo habitual.

Otra aspecto a tener en cuenta, sería los casos en los que los niños comen de forma selectiva, sólo lo que les gusta ( chuches, alimentos con azúcar, zumos, bebidas de yogurt…) y se niegan a probar otros alimentos como verduras, o guisados. En este caso, no es que el niño no coma, el niño come. Pero los padres en la desesperación de que coma terminan dándole lo que pide. El problema aquí sería de comportamiento y de no haber sabido poner unas normas claras y definidas con respecto a la alimentación y cumplirlas.

La verdadera inapetencia se da cuando un niño realmente está desganado y sin energía, apenas come y su peso y altura está por debajo de la media. En este caso sería recomendable consultar con su pediatra en primer lugar y/o con un profesional más especializado después.

Siempre que el niño no padezca una enfermedad aguda, podemos seguir estas recomendaciones para acabar con la angustia diaria y las batallas en la mesa.

  1. No resultará útil obligar a un niño a comer. De hecho nunca hay que obligar a los niños a comer.
  2. Empatiza con el niño. Ponte en el lugar de tu hijo, le estás obligando a comer cuando no tiene hambre o cuando está saciado y no le entra ya nada más. No fijes una cantidad de antemano. Se comprensivo
  3. Como hemos mencionado anteriormente, cada niño tiene unas necesidades nutritivas diferentes, por ello ajusta las cantidades de alimento a las necesidades de tu hijo. No te empeñes en que coma lo mismo que sus hermanos o lo que tú crees que debería comer para su edad.
  4. ¿Y que pasa con las verduras? Las verduras llevan mucha fibra, y por tanto les produce sensación de saciedad muy pronto. Con unas pocas cucharadas es suficiente. Con la fruta sucede algo parecido, dale la fruta a trocitos, les puede resultar divertido comérsela ellos solos.
  5. Chuches y dulces. En ocasiones es más cómodo para los papás y los niños recurrir a un bollo, o galletas, o chuches, ya que es un recurso rápido y apetecible. Pero, independientemente de que el niño coma mucho o poco, el azúcar habría que reducirlo siempre. Cuanto menos dulces y chuches mejor.
  6. No es necesario que coman de todo. Si quieres que tu hijo odie un alimento oblígale a comerlo. Siempre funciona mejor sugerirles pero sin insistir, llegará un momento en lo probarán ellos solos.
  7. En ocasiones los celos a los hermanos, su necesidad de llamar la atención con comportamientos regresivos, provoca que los niños dejen de comer, incluso cuando anteriormente no presentaban ningún tipo de dificultad con la alimentación. No dar importancia, remitirá una vez pase el verdadero problema.
  8. La mayoría de niños prefieren comer ellos sólos. Los padres suelen negarse porque tardan mucho más en comer y pueden provocar un desastre un la mesa poniendo todo perdido. Déjale comer sólo
  9. No utilizar la comida para chantajear emocionalmente a un niño. El niño tiene que aprender a comer porque su estómago se lo pida, y no porque sus emociones se lo dicten. No es mejor niño ni se le quiere más porque coma.
  10. La comida no puede ser el sacrificio por el que tienen que pasar para conseguir el premio.Comer tiene que ser también el premio.

Para finalizar os recomendamos el libro «Mi niño no me come» de Carlos González, donde encontrareis esto y mucho más.

 

 

Cómo poner fin a las batallas con tu hijo por la comida

 

1.«¡Si no fuera porque estoy encima, mi hijo no comería nada!»

«¡No hay manera de que mi hija pruebe alimentos nuevos!»

«¡Ya no recuerdo qué es comer sin gritos ni discusiones!»

 

Muchos padres y madres libran batallas a diario con sus hijos relacionadas con su alimentación que con frecuencia llegan a convertirse en verdaderas fuentes de estrés tanto para mayores como para pequeños.

 

Niños que comen poco, comen mal, solo comen lo que les gusta, montan un circo en la mesa,… Cualquiera de estas circunstancias puede tener su origen en la primera infancia, cuando los niños rechazan introducir en su dieta alimentos con nuevos sabores y texturas. También pueden desencadenarse tras un episodio de enfermedad durante el cual el niño pierde el apetito y los padres preocupados, le exigen que coma. En otras ocasiones, simplemente el niño es más lento que sus hermanos comiendo y esto hace que los padres le presten excesiva atención y se impacienten.

 

Independientemente de la causa que las origina, estas dificultades pueden quedarse en anécdotas puntuales o persistir e incluso agravarse con la edad.

 

Cuántas madres motivadas por la angustia que les supone pensar que sus hijos no se están alimentando correctamente, intentan todo tipo de artimañas para conseguir que coman: juegos para distraerlos, darles la comida a la fuerza, premios, chantajes, dejarles ver la televisión, jugar con el móvil o la tablet,… En un intento de buscar soluciones, han pedido consejos a familiares y amigos, escuchando con frecuencia «Tranquilízate, ¡tu hijo no se va a morir de hambre!«. Sin embargo, para ellas suele resultar frustrante tener la sensación de que sus pequeños comen cantidades insuficientes y pensar que su desarrollo puede verse alterado. Incluso después de que el pediatra haya descartado problemas de salud asociados a la inapetencia, aún persiste la duda «¿Por qué mi hijo no come todo lo que yo quiero que coma?»

 

habitos-alimenticios20111122Los niños suelen poner a prueba la paciencia de sus padres a través de sus negativas a comer determinados alimentos, ingiriendo solo una pequeña porción de comida, levantándose de la mesa, discutiendo, tirando el plato, escupiendo… Estas conductas manipulativas que desesperan a los padres les hace ser conscientes de la influencia que tienen sobre ellos, lo que da lugar a luchas de poder constantes. Enzarzándose en discusiones, tienen grabado en sus mentes «¡Mis padres no pueden conmigo, puedo controlarlos con mi comportamiento!»

 

Cuando este escenario de disputa se repite a lo largo del tiempo, se acaban consolidando dinámicas familiares inadecuadas que hacen que las comidas se conviertan en un suplicio. Además, los menores pueden llegar a desarrollar actitudes negativas hacia la comida (quejarse de dolores de barriga, vomitar y desarrollar manías alimenticias) a la vez que se les altera el ciclo natural de hambre y saciedad.

 

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¿Cómo dar un giro a esta situación?

 

 

 

Ellyn Satter (www.ellynsatterinstitute.org) plantea tener presente una interesante premisa que se guía por dos normas básicas:

 

  1. Los padres son responsables de QUÉ, DÓNDE y CUÁNDO comen sus hijos.

  2. Los niños son responsables de CUÁNTO comen.

 

Esto se traduce en que los padres son los encargados de seleccionar, comprar, preparar y ofrecer las comidas a los pequeños, teniendo en cuenta que no es recomendable sustituir alimentos ricos nutricionalmente (verduras, frutas,…) por otros más pobres pero sabrosos que les gustan y con alta probabilidad se comerán (pizza, patatas fritas,…). Lo ideal es que toda la familia coma el mismo menú, salvo prescripción médica, y que los alimentos sean variados para que los pequeños tengan la oportunidad de ir probando sabores y texturas diferentes.

 

Como también es tarea de los padres elegir el lugar dónde se come, lo más adecuado es hacer uso de una mesa en un sitio tranquilo y sin distracciones. Es importante evitar la televisión, el móvil, la tablet u otros aparatos electrónicos y favorecer las conversaciones en familia sobre temas que no generen conflicto.

 

Con respecto al horario de las comidas, lo ideal es establecer una rutina de cinco comidas al día (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) que se cumpla estrictamente de modo que el niño no coma en cualquier momento que a él le apetezca. Dejaremos bien claro a los pequeños que si por ejemplo, no quieren comer a medio día, no se les permitirá probar nada hasta la hora de la merienda.

 

Ahora bien, los encargados de decidir si comer o no y la cantidad a ingerir son los propios niños. Tal vez esta sea la premisa más difícil de asumir para los padres. El miedo a que si dejamos elegir al niño no comerá lo suficiente, puede evitarnos la oportunidad de observar cómo se reconducen drásticamente sus problemas alimentarios. Al recaer en el niño la decisión acerca de cuánto comer, favorecemos la restitución de la capacidad natural de su organismo para establecer la cantidad de comida que necesita, en función de sus sensaciones de apetito y saciedad. Por lo tanto, los padres pueden contribuir enormemente a este fin dejando de insistir para que los niños coman lo que ellos consideran adecuado y no proporcionando comida a deshoras para compensar.

 

imagesEn resumen, para conseguir que toda la familia acabe disfrutando de las comidas es crucial un cambio de actitud. Teniendo en mente la idea de que los adultos son los que deciden qué se come y los niños cuánto, normalizaremos las pautas de alimentación. Además, haciendo un esfuerzo por reducir la atención excesiva sobre la conducta alimentaria del niño, evitando lanzar mensajes del estilo tipo «este niño come fatal«, «sólo come lo que le gusta«, «la hora de la comida es un suplicio con él» para prevenir que integre la etiqueta de mal comedor en su autoconcepto y controlando nuestros propios miedos lograremos que las comidas sean momentos de reunión familiar agradables. ¡Con paciencia y consistencia es posible!

 

 

Clínica Vanesa Hernández

Psicología Infantil

 

 

«¿Cómo se lo explico a mi hijo?¿Qué es lo mejor?»

«¿Cómo se lo explico a mi hijo?¿Qué es lo mejor?»

Un divorcio o separación es algo bastante doloroso para los miembros de la pareja. Al momento emocionalmente complicado que se atraviesa en esos momentos, se suma en ocasiones la presencia de hijos menores.

Para ellos la situación no es solamente dolorosa por la separación de sus padres, sino también porque en ocasiones,  los adultos no tenemos en cuenta que los niños experimentan las situaciones de modo diferente a nosotros. Emocionalmente funcionan de otra manera y la interpretación que hacen de la situación puede ser muy distinta en función de como se les explique y como se gestione la situación.

Hay que evitar que se sientan culpables y responsables de la situación, que se sientan un problema, por las negociaciones o conflictos de los adultos.

Por ello, para evitar sufrimiento innecesario en nuestros hijos, podemos aprender a manejar la situación del modo más saludable posible para nuestros hijos, y para nosotros mismos.thCABW8WBW

«Me cuesta estudiar…»

«Me cuesta estudiar…»

Las dificultades a la hora de estudiar, de hacer deberes, superar exámenes, se dan con frecuencia entre los escolares de distintas edades.

Las causas pueden ser muy diferentes: dificultades para centrar la atención, dificultades en el aprendizaje, carencia de hábitos de estudio adecuados, motivación insuficiente, técnicas de estudio inadecuadas, ansiedad ante los exámenes…

Estas dificultades pueden tener también múltiples consecuencias, desde conflictos continuos con los padres hasta ansiedad y estado deprimido en los niños o adolescentes.

Por ello, es necesario, identificar el problema para poder poner la solución adecuada. Con el aprendizaje de técnicas de estudio adecuadas, establecimiento de hábitos eficaces, aumentar la motivación, gestión de la ansiedad, y demás técnicas necesarias, según cada caso, el niño o adolescente podrá conseguir los resultados académicos deseados.

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«Mi hijo esta triste»

«Mi hijo esta triste»

thCAFHL85RContrariamente a lo que anteriormente se pensaba, la depresión también puede darse en los niños. Al igual que en el adulto, el niño ha de enfrentarse a cambios y situaciones en su día a día, que no siempre resultan fáciles.

Pero no hay que apresurarse a establecer conclusiones de manera precipitada. Hay que conocer muy bien al niño, su modo de comportarse y de sentir, para saber identificar si atraviesa un episodio depresivo.

Es motivo de estar atentos de nuestro hijo cuando observemos en él algunos de estos síntomas:

– Está continuamente triste y llora con más facilidad
– Ha perdido el interés por los juegos  preferidos y por la escuela
– Se distancia de sus amigos y de la familia
– Habla menos
– Se aburre y se cansa con facilidad
– Presenta menos energía o concentración
– Está irritable o demasiado sensible frente a pequeñas frustraciones, montando rabietas o berrinches con más facilidad
– No tolera  hacia el rechazo y el fracaso
– Expresa baja autoestima, depreciándose a sí mismo
– Elige «finales tristes» para sus cuentos y representaciones
– Se comporta de una manera agresiva
– Se queja constantemente de dolores tales como de cabeza o de estómago
– Duerme demasiado o muy poco
– Come demasiado o muy poco
– Presenta comportamientos regresivos, hablando como un bebé u orinándose en la cama
– Habla de suicidio o ideas de muerte
– Habla de escaparse de casa

Miedo en los Niños

Miedo en los Niños

thCA9ZZSULAl igual que en los adultos, los miedos en los niños son reacciones de alarma frente a situaciones desconocidas o que ellos perciben como peligrosas. Es algo normal en el desarrollo evolutivo de los niños. Por ello, la mayoría de ellos remiten por sí solos, sin tener que actuar  de modo especial sobre ellos.

Sin embargo, en ocasiones persisten más allá del periodo de tiempo en el que se supone que es algo normal, o se presentan con una intensidad mayor de lo que debiera, provocando un gran sufrimiento para los niños.

Los niños manifestaran su miedo a través de  conductas como llanto, gritos, irritación, huída o evitación de una determinada situación, temblores, sudoración, urgencia para orinar, aceleración cardiaca o tensión muscular, entre otras muchas.

Existen variadas situaciones ante las que un niño puede sentir miedo y éstas suelen ir modificándose con la edad y el nivel evolutivo. En líneas generales, en la infancia suelen predominar los miedos relacionados con separarse de los padres, las personas desconocidas o extrañas, determinados animales, hacerse daño, ruidos fuertes y repentinos, la oscuridad, determinados personajes de ficción (como brujas, monstruos o fantasmas)

En este caso, solamente se vencen si se enfrentan, con lo cual es importante que dotemos al niño de las habilidades necesarias para ello. En cuanto un niño afronta con éxito una situación temida, gana a la vez en confianza y seguridad y puede verse más capacitado para enfrentarse a nuevos miedos.

«Escuela para padres»

«Escuela para padres»

La educación de los hijos, quizá sea uno de los aspectos más importantes para los padres, a la vez que el más complicado. Cuando nuestro hijo nace,  no nos dan un manual de cuál es la mejor manera de educar. No queremos que les falte de nada, y  lo hacemos lo mejor que podemos, desde el amor y la confianza.

Sin embargo, pese a nuestros esfuerzos, nuestros hijos no tienen el comportamiento deseado. Los padres observamos cómo van apareciendo cada vez más rabietas por cosas insignificantes, se vuelven más desobedientes, se niegan a hacer lo que les pedimos, el día a día en casa se vuelve una lucha, en la que continuamente hay que estar repitiendo su nombre para que haga las tareas o los deberes, todo lo que se les dice les molesta, se vuelven ariscos tienen reacciones explosivas…

En estas situaciones, los padres lo pasamos fatal, ¿Estaremos haciendo algo mal? ¿Será que mi hijo no nos quiere? ¿Tengo que ser más estricto? Y así infinidad de dudas continuas a las que intentamos dar respuesta, en ocasiones sin éxito.

Los problemas de comportamiento son habituales en los niños y adolescentes. La causa puede ser múltiple, y dependerá de la edad del niño, temperamento, estructura familiar, pautas educacionales establecidas…

Lo importante es detectar el origen y los patrones de conducta desadaptados, para que padres e hijos puedan aprender estrategias y pautas de actuación que les permitan corregir comportamientos desajustados e instaurar otros más saludables.

En la “Escuela para padres”, enseñamos no sólo como reconducir nuestro comportamiento y el de nuestros hijos, sino también, a cómo gestionar nuestras emociones (ansiedad, miedo…), en la relación con ellos.

Así entre todos conseguiremos una relación familiar más sana y satisfactoria.

«Rey destronado»: Celos infantiles

«Rey destronado»: Celos infantiles

images[11]Los celos pueden definirse como un estado del niño  caracterizado por una sensación de frustración al creer que ya no son correspondidos emocionalmente por las personas queridas (padres, parejas…) o, al menos, con la intensidad y frecuencia que desean o necesitan

“Se trata de un rey destronado”. “Ya no es el rey de la casa”
En general, los niños celosos pueden manifestar algunas de las siguientes conductas:

  • Cambios de humor no justificados.
  • Signos de infelicidad. Lloro frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de expresiones tales como “No me quereis…”
  • Conductas regresivas, (no presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas), con el simple motivo de llamar la atención de los padres (pipi en la cama, negarse a comer, agresividad injustificada hacia objetos o animales, comportamiento social anómalo, etc.).
  • . Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de gestos inmaduros como chuparse el dedo.
  • Alteraciones en los patrones de comida (menos apetito o más selectivo con los alimentos, rechazando platos antes preferidos o se le tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar nocturno, solicitar dormir con los padres, etc.)
  • Negativismo, terquedad, dificultad para obedecer.
  • Niegan sus  errores y culpabilizan a los otros de sus problemas o actitudes (en especial al hermano objeto de celos).

Trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad (TDAH)

Trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad (TDAH)

hiperactividad[1]¿Observas que tu hijo es más inquieto que el resto de niños?¿Que no puede dejar de moverse?¿Que incluso sentado se remueve en su asiento?¿Que se levanta continuamente de la mesa o cuando está en clase?¿Que corre o salta en situaciones donde no es apropiado ni por las circunstancias ni para su edad?¿Tiene dificultades para jugar con otros niños? ¿Le cuesta guardar turno y precipita sus respuestas? ¿Interrumpe actividades de otros? ¿Es despistado, incurre en errores y parece que no te escucha cuando le hablas?¿Tiene dificultades para organizarse y le disgusta hacer cualquier tarea que implique un esfuerzo mental?

Si tu respuesta es afirmativa a varias de estas preguntas, puede ser que tu hijo sufra un Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH)

El TDAH es un trastorno que se caracteriza por la presencia de tres síntomas atípicos:

  • Déficit de atención
  • Impulsividad
  • Hiperactividad motora y/o vocal.

Se identificará como un trastorno cuando, dichos síntomas o los comportamientos que se deriven,se observen con mucha frecuencia e intensidad en comparación a niños de su edad, e interfieran significativamente en su vida escolar, familiar y social.

En el tratamiento para el niño o el adolescente, se trabajará  conjuntamente padres, maestro y terapeuta, para dotar al niño de estrategias, que le permitan controlar su comportamiento de un modo eficaz y consiga centrar su atención. Además se trabajan aspectos tales como, baja autoestima, capacidad para tolerar la frustración y habilidades sociales, ya que el niño con TDAH, suele tener dificultades en estas áreas.