La depresión es una enfermedad mental grave, que, en los últimos años ha aumentado mucho su incidencia entre adolescentes. Es cierto que, la pandemia, ha intensificado los índices de ansiedad y estado deprimido entre los más jóvenes, pero ya venía siendo un problema bastante grave entre la juventud. La depresión, al igual que en la edad adulta, afecta al modo de pensar, sentir y actuar, pero si bien es cierto, que los síntomas pueden ser ligeramente diferentes entre los adolescentes. Los adolescentes se encuentran en una etapa de desarrollo, donde cambian sus cuerpos, comienzan relaciones sentimentales, la presión del grupo se siente más intensa que en otros momentos vitales, las expectativas creadas en redes sociales, la presión académica, el descubrir ciertas sustancias…Son un conjunto de variables que les hace más vulnerables al estado de ánimo deprimido. Es cierto que el estado de ánimo en un adolescente es cambiante, y esto no es una depresión. La depresión es una enfermedad mental grave que debe persistir en el tiempo y que debe de manifestarse con un conjunto de síntomas casi a lo largo del día todos los días y generar un deterioro significativo en el área académico-laboral, social y familiar.

En los adolescentes, los síntomas de la depresión se manifiestan previamente con cambios en su comportamiento y actitud que van generando angustia y malestar en las diferentes áreas de su vida. Los síntomas pueden variar en la gravedad, pero no se debe pensar que se curará con el tiempo, ya que requiere de un tratamiento psicológico y/o psiquiátrico.

Para detectar una posible depresión en un adolescente, sería recomendable prestar atención a si se dan los siguientes signos emocionales:

  • Tristeza y/o episodios de llanto.
  • Labilidad emocional e irritabilidad.
  • Pérdida de interés por casi todo.
  • Incapacidad de disfrutar de actividades cotidianas.
  • Faltad de confianza en sí mismo y autoestima baja.
  • Sentimiento de culpa excesivo.
  • Dificultad para pensar con claridad, de atención y concentración.
  • Indecisión y sentimiento de duda para tomar decisiones.
  • Sentimiento de desesperanza.
  • Sensibilidad excesiva al fracaso y rechazo.
  • Frustración o sentimientos de ira.
  • Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.

Además, tendremos que estar atentos a:

  • Alteraciones en el sueño, puede darse insomnio o dificultades para dormir.
  • Cambios en la alimentación, pueden perder el apetito o todo lo contrario.
  • Aislamiento social, no querer salir ni relacionarse con nadie.
  • Cansancio injustificado y falta de energía.
  • Desatención a su cuidado personal, higiene y apariencia.
  • Agitación e inquietud.
  • Dolores de cabeza frecuentes.
  • Consumo de alcohol u otras drogas.
  • Comportamientos autolesivos.
  • Mal rendimiento escolar y faltas al instituto.

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