Cómo poner fin a las batallas con tu hijo por la comida

 

1.«¡Si no fuera porque estoy encima, mi hijo no comería nada!»

«¡No hay manera de que mi hija pruebe alimentos nuevos!»

«¡Ya no recuerdo qué es comer sin gritos ni discusiones!»

 

Muchos padres y madres libran batallas a diario con sus hijos relacionadas con su alimentación que con frecuencia llegan a convertirse en verdaderas fuentes de estrés tanto para mayores como para pequeños.

 

Niños que comen poco, comen mal, solo comen lo que les gusta, montan un circo en la mesa,… Cualquiera de estas circunstancias puede tener su origen en la primera infancia, cuando los niños rechazan introducir en su dieta alimentos con nuevos sabores y texturas. También pueden desencadenarse tras un episodio de enfermedad durante el cual el niño pierde el apetito y los padres preocupados, le exigen que coma. En otras ocasiones, simplemente el niño es más lento que sus hermanos comiendo y esto hace que los padres le presten excesiva atención y se impacienten.

 

Independientemente de la causa que las origina, estas dificultades pueden quedarse en anécdotas puntuales o persistir e incluso agravarse con la edad.

 

Cuántas madres motivadas por la angustia que les supone pensar que sus hijos no se están alimentando correctamente, intentan todo tipo de artimañas para conseguir que coman: juegos para distraerlos, darles la comida a la fuerza, premios, chantajes, dejarles ver la televisión, jugar con el móvil o la tablet,… En un intento de buscar soluciones, han pedido consejos a familiares y amigos, escuchando con frecuencia «Tranquilízate, ¡tu hijo no se va a morir de hambre!«. Sin embargo, para ellas suele resultar frustrante tener la sensación de que sus pequeños comen cantidades insuficientes y pensar que su desarrollo puede verse alterado. Incluso después de que el pediatra haya descartado problemas de salud asociados a la inapetencia, aún persiste la duda «¿Por qué mi hijo no come todo lo que yo quiero que coma?»

 

habitos-alimenticios20111122Los niños suelen poner a prueba la paciencia de sus padres a través de sus negativas a comer determinados alimentos, ingiriendo solo una pequeña porción de comida, levantándose de la mesa, discutiendo, tirando el plato, escupiendo… Estas conductas manipulativas que desesperan a los padres les hace ser conscientes de la influencia que tienen sobre ellos, lo que da lugar a luchas de poder constantes. Enzarzándose en discusiones, tienen grabado en sus mentes «¡Mis padres no pueden conmigo, puedo controlarlos con mi comportamiento!»

 

Cuando este escenario de disputa se repite a lo largo del tiempo, se acaban consolidando dinámicas familiares inadecuadas que hacen que las comidas se conviertan en un suplicio. Además, los menores pueden llegar a desarrollar actitudes negativas hacia la comida (quejarse de dolores de barriga, vomitar y desarrollar manías alimenticias) a la vez que se les altera el ciclo natural de hambre y saciedad.

 

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¿Cómo dar un giro a esta situación?

 

 

 

Ellyn Satter (www.ellynsatterinstitute.org) plantea tener presente una interesante premisa que se guía por dos normas básicas:

 

  1. Los padres son responsables de QUÉ, DÓNDE y CUÁNDO comen sus hijos.

  2. Los niños son responsables de CUÁNTO comen.

 

Esto se traduce en que los padres son los encargados de seleccionar, comprar, preparar y ofrecer las comidas a los pequeños, teniendo en cuenta que no es recomendable sustituir alimentos ricos nutricionalmente (verduras, frutas,…) por otros más pobres pero sabrosos que les gustan y con alta probabilidad se comerán (pizza, patatas fritas,…). Lo ideal es que toda la familia coma el mismo menú, salvo prescripción médica, y que los alimentos sean variados para que los pequeños tengan la oportunidad de ir probando sabores y texturas diferentes.

 

Como también es tarea de los padres elegir el lugar dónde se come, lo más adecuado es hacer uso de una mesa en un sitio tranquilo y sin distracciones. Es importante evitar la televisión, el móvil, la tablet u otros aparatos electrónicos y favorecer las conversaciones en familia sobre temas que no generen conflicto.

 

Con respecto al horario de las comidas, lo ideal es establecer una rutina de cinco comidas al día (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena) que se cumpla estrictamente de modo que el niño no coma en cualquier momento que a él le apetezca. Dejaremos bien claro a los pequeños que si por ejemplo, no quieren comer a medio día, no se les permitirá probar nada hasta la hora de la merienda.

 

Ahora bien, los encargados de decidir si comer o no y la cantidad a ingerir son los propios niños. Tal vez esta sea la premisa más difícil de asumir para los padres. El miedo a que si dejamos elegir al niño no comerá lo suficiente, puede evitarnos la oportunidad de observar cómo se reconducen drásticamente sus problemas alimentarios. Al recaer en el niño la decisión acerca de cuánto comer, favorecemos la restitución de la capacidad natural de su organismo para establecer la cantidad de comida que necesita, en función de sus sensaciones de apetito y saciedad. Por lo tanto, los padres pueden contribuir enormemente a este fin dejando de insistir para que los niños coman lo que ellos consideran adecuado y no proporcionando comida a deshoras para compensar.

 

imagesEn resumen, para conseguir que toda la familia acabe disfrutando de las comidas es crucial un cambio de actitud. Teniendo en mente la idea de que los adultos son los que deciden qué se come y los niños cuánto, normalizaremos las pautas de alimentación. Además, haciendo un esfuerzo por reducir la atención excesiva sobre la conducta alimentaria del niño, evitando lanzar mensajes del estilo tipo «este niño come fatal«, «sólo come lo que le gusta«, «la hora de la comida es un suplicio con él» para prevenir que integre la etiqueta de mal comedor en su autoconcepto y controlando nuestros propios miedos lograremos que las comidas sean momentos de reunión familiar agradables. ¡Con paciencia y consistencia es posible!

 

 

Clínica Vanesa Hernández

Psicología Infantil

 

 

¿Conducta saludable o miedo a engordar?

¿Conducta saludable o miedo a engordar?

 

Vivimos rodeados de información referente a la imagen, de la idea de delgadez como sinónimo de belleza, bombardeados por anuncios de dietas de adelgazamiento y productos dietéticos.

Al estrés inherente a nuestra rutina, sumamos la “obligación” de realizar ejercicio físico y acudir al gimnasio, perdiendo de vista en algunos casos su valor saludable, y priorizando el aspecto estético.

Toda esta tormenta de información, nos hace confundir en ocasiones, que es lo considerado saludable o no. Y lo peor de todo, es que, toda esta información también llega a niños y adolescentes más vulnerables a toda la influencia externa.

No cabe duda que hay que cuidarse, llevar una alimentación sana y realizar ejercicio.

Pero en el momento en el que nuestra vida está condicionada por lo que comemos, tememos ingerir determinados alimentos, calculamos mentalmente de forma automática las calorías de los alimentos que ingerimos, restringimos la comida o nos pegamos atracones, estamos continuamente a dieta y sobre todo, TENEMOS MIEDO A ENGORDAR, puede que suframos un trastorno de la conducta alimentaria. Los más comunes son: la obesidad, la anorexia nerviosa y la bulimia.

Obesidad: ¿Por que´no pierdo peso?

Obesidad: ¿Por que´no pierdo peso?

Cuando pensamos en el tratamiento de la obesidad, pensamos en dieta hipocalórica y realizar  ejercicio. Algo que parece tan básico y evidente, para muchas personas que quieren perder peso no es tan sencillo.

Inician continuamente dietas que se saltan, abandonan o les aburren. Su día a día está organizado en función de lo que van a comer o dejar de comer. Continuamente piensan en lo que se comerían y si se saltan la dieta se prometen a si mismos que sólo un poco o que será la última vez.

Su estado de ánimo baja, su motivación cada vez es menor, y su ansiedad por comer y realizar viajes a la nevera cada vez es mayor. Su solución a perder peso, que es realizar la dieta, se convierte en el problema.

Y lo peor es que, no sólo no pierden peso, sino que cada vez se gana más.imagesCAGK99RG

Está claro que para perder peso hay que controlar lo que comemos, y si realizamos algo de ejercicio, nos sentiremos mucho mejor. Pero si detectamos donde está el origen del problema, nos resultará más fácil y la dieta será más eficaz.

El origen del problema puede ser diverso, desde aspectos de personalidad, inseguridad y falta de confianza en uno mismo, mala gestión del estrés o  de las emociones, creencias distorsionadas acerca de la imagen y hábitos alimenticios…

Una vez detectado de donde proviene la dificultad, trabajaremos para dotar a la persona de estrategias para poder hacerle frente y pueda perder peso con normalidad.

De ahí, a que la terapia para trabajar este problema de la conducta alimentaria, no sea rígida ni siga un protocolo totalmente definido, ya que se atiende a las necesidades de cada paciente de forma totalmente individualizada.

Aunque si cabe destacar, a modo indicativo, que en muchos casos se utilizan estrategias de detección del pensamiento, reestructuración cognitiva, de manejo de estrés, relajación, control de la comida y de expresión de las emociones

Anorexia nerviosa. Consecuencias fisicas.

Anorexia nerviosa. Consecuencias fisicas.

La anorexia puede poner en riesgo varios de los órganos corporales y recursos fisiológicos, particularmente en la estructura y función del corazón y del sistema cardiovascular dando como resultado un ritmo cardíaco bajo (bradicardia).

Por lo general, las personas que padecen de anorexia poseen un balance de electrolitos distorsionado, debilidad muscular, disfunción inmunológica y muerte.

Si se desarrolla anorexia antes de la edad adulta, se  podría  sufrir de  atrofia en el crecimiento y, consecuentemente, de niveles bajos de las hormonas esenciales (incluyendo las hormonas sexuales). La osteoporosis también está asociada con la anorexia.

Los cambios en la estructura y función cerebral se constituyen como señales prematuras de esta condición. La ampliación de los ventrículos del cerebro se cree está asociada con la inanición, y su reversión es parcial aun cuando se retoma un peso corporal considerado como normal.

Entre otros efectos por inanición, se encuentran los siguientes: 

  • Pérdida excesiva de peso
    • El índice de masa corporal es menor a 17,5 en los adultos, o el 85% del peso esperado para los niños
  • Atrofia en el crecimiento
  • Desorden endocrino que conlleva a la interrupción del ciclo menstrual (amenorrea)
  • Reducción de la libido, impotencia en los hombres
  • Síntomas de inanición tales como reducción del metabolismo, ritmo cardíaco lento (bradicardia), hipotensión, hipotermia  y anemia
  • Anormalidad en los niveles corporales de minerales y electrolitos
  • Pérdida del cabello y uñas frágiles en las manos
  • Crecimiento de vellos delgados en todo el cuerpo
  • Temperatura corporal baja, se siente frío constantemente
  • Deficiencia de zinc
  • Reducción de las plaquetas
  • Disminución en la función del sistema inmunitario
  • Aspecto pálido y ojos hundidos
  • Huesos y articulaciones estridentes
  • Hinchazón de ojos y tobillos por recolección de fluidos
  • Caries
  • Estreñimiento
  • Piel seca, labios secos y quebradizos
  • Baja circulación que conlleva a calambres y extremidades cárdenas
  • En casos de pérdida excesiva de peso existe  la posibilidad de que los nervios se deterioren causando dificultad en la movilidad de los pies.
  • Dolores de cabeza
  • Bruxismo constante

Bulimia. Consecuencias físicas

Bulimia. Consecuencias físicas

La bulimia, así como la anorexia, tiene graves efectos en la salud física.

Los vómitos constantes y la falta de nutrientes característicos de la bulimia pueden provocar los siguientes problemas:

  • dolor estomacal constante.
  • daño en el estómago y los riñones.
  • erosión del esmalte dental (debido a la exposición a los ácidos del estómago).
  • agrandamiento de las glándulas salivales de las mejillas debido a los vómitos frecuentes.
  •  ausencia de menstruación.
  • pérdida de potasio (esto puede desencadenar problemas cardíacos e incluso la muerte).

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La complicación cardiovascular más importante es la pérdida de potasio a través de los vómitos o por el abuso de laxantes provocando  alteraciones en el electrocardiograma con terribles consecuencias.
Cuando provocan  el vómito, el ácido que le acompaña actúa sobre el esmalte dental, pudiendo resquebrajarse o parecer carcomidos.

También aparece una dilatación gástrica con el riesgo de rotura de estómago,  por las abundantes comidas o por el gran esfuerzo que se produce al vomitar.

Otras complicaciones que pueden darse son: esofagitis, úlceras, hemorragias e incluso perforación del esófago que en alguna ocasión puede llegar a causar la muerte.

Cuando se da un  uso habitual de laxantes, puede producir alternancia de diarreas y estreñimiento y una dependencia a este tipo de fármacos que hace mucho más difícil el abandonarlo.
Como resultado de las purgas, los desequilibrios electrolíticos pueden a veces llegar a causar problemas médicos graves.

Aunque pensar en trastorno de la alimentación, nos hace pensar en delgadez, no siempre es así. En las personas que padecen bulimia hay ocasiones en que, los continuaos atracones, pueden provocar que la persona aumente mucho de peso, lo que aumenta su riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el sobrepeso tales como, diabetes, coronarias u otras.

Anorexia y Bulimia: Consecuencias psicológicas

Anorexia y Bulimia: Consecuencias psicológicas

El principal síntoma que presentan las personas con anorexia o bulimia es el MIEDO A ENGORDAR.

Quizá no seamos conscientes, cuando afirmamos algo así, de la importancia y gravedad de padecer este miedo.  El objeto temido es la comida, lo que produce ansiedad es precisamente, el tener que comer.

Sabemos que todos los miedos son incapacitantes, y al hablar de ansiedad (del tipo que sea) he afirmado que también muy desagradable pero nunca peligrosa (para nuestra integridad física).

El miedo, es un mecanismo de defensa cuyo objetivo es protegernos de amenazas y peligros. Es cierto que nuestra mente en ocasiones percibe amenaza donde no la hay, pero en ningún caso, dicho miedo lleva implícito atentar contra nuestra propia seguridad y supervivencia.

En el caso de los trastornos de la alimentación, si. La persona tiene miedo a comer, por miedo a engordar. Su miedo le protege de engordar, pero no le protege de sobrevivir. De ahí la gravedad de estas enfermedades, y la dificultad e importancia de trabajar para  superar o dominar el miedo.

Además de este miedo a engordar, las personas con anorexia y bulimia suelen presentar:

  • Trastornos del sueño, que aparecen como un trastorno secundario

 

  • Estado de ánimo irritable, que normalmente aparece del conflicto interior entre la demanda de alimento del cuerpo y la obsesión por controlarlo. En la mayoría de los casos cambia su carácter.

 

  • Estado de ánimo deprimido y ansiedad, ya que continuamente tienen que enfrentarse al objeto temido y a situaciones donde tendrán que ocultar, disimular, mentir…No se sienten bien consigo mismas.

 

  • Aislamiento. Van cerrando cada vez más su círculo de amigos con tendencia a la soledad, la tristeza y la melancolía, Evitan cualquier situación donde haya probabilidad de comer. Además, no les apetece mostrarse a la gente, por no tener la imagen deseada y por no sentirse anímicamente bien.

 

  • Sentimiento de culpa.  Obsesionados por el control total, cuando creen que han cedido (en un atracón, en el caso de la bulimia o por comer algo no permitido, en la anorexia), se sienten culpables y creen que si no consiguen lo que se proponen es porque son débiles. En las fases iniciales la culpa también es provocada por la sensación de saber que no se está haciendo lo correcto. Aun luchan entre lo racional y la enfermedad

 

  • Baja autoestima. Aspecto que forma parte de ellas desde antes de la aparición del trastorno. Suelen ser personas inseguras

 

  • Sentimiento de inutilidad, vacío.  Puede decirse que la dieta las mantiene en una constante frustración, lo que hace que se perciban como inútiles, ya que no consiguen lo que consideran su objetivo.

 

  • Perfeccionismo y autoexigencia elevada, como mecanismo de control de sus vidas. Así tratan de aliviar su inseguridad y sensación de inutilidad.

 

  • Percepción distorsionada de su imagen o visión parcial. Se ven mucho más gordas de lo que realmente están y se obsesionan por una parte de su cuerpo que no les gusta,  lo que les hace no ver la totalidad de su aspecto (normalmente se centran en las caderas, los muslos…)

 

  • En el caso de la anorexia, hay una negación total de su delgadez, además de una  alteración de la capacidad de concentración  por la falta de componentes (nutrientes) necesarios para la realización de actividades mentales.

 

  • En la bulimia, existe un miedo elevado a perder el control y darse un atracón lo que les produce sentiré muy culpables y volver a empezar.

Anorexia y Bulimia: ¡Qué miedo a engordar!

Anorexia y Bulimia: ¡Qué miedo a engordar!

Las personas que padecen anorexia y bulimia, están obsesionadas con su imagen, y en consecuencia con la alimentación. Su vida está organizada en torno a la comida, en un cálculo mental continuo de cuantas calorías ingieren y queman a lo largo del día.

Pese a estar muy delgadas, no se ven así, la percepción de su imagen corporal está distorsionada completamente. Se someten continuamente a dietas en las que eliminan los alimentos con más calorías y reducen la ingesta de líquidos.

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Es frecuente también que aumenten su actividad física, haciendo deporte o evitando estar quietas, comiendo incluso de pie. Pueden recurrir también a tomar laxantes o diuréticos, o provocarse el vómito.

Las personas que padecen anorexia o bulimia son, a menudo, demasiado perfeccionistas, con baja autoestima y excesivamente críticas consigo mismo y sus cuerpos. Suelen mostrar  emociones y actitudes extremas.

Se sienten deprimidas, lloran con frecuencia, sintiéndose también culpables, irritables, enfadándose con normalidad, además de aislarse socialmente, sobretodo en reuniones familiares donde se va celebrar algo comiendo. Además pueden presentar comportamientos extraños como esconder la comida, escupirla tras masticarla, o cocinar grandes cantidades de comida para los demás, que luego ellas ni prueban.

El miedo a ganar peso está siempre presente y en las etapas iniciales es común la negación de su problema. En algunos casos, estos trastornos suelen ir acompañados de otros problemas psiquiátricos como la ansiedad, pánico, trastorno obsesivo-compulsivo y el consumo de alcohol o drogas.

Es frecuente que, los trastornos de la alimentación  comiencen en la adolescencia. El cambio físico y emocional que se da en esta etapa de la vida, implica enfrentarse de manera distinta a nuevas situaciones, en las que el adolescente no siempre cuenta con recursos para saber llevarlas. El trastorno de la alimentación suele ser la solución que se pone para resolver otros problemas reales como baja autoestima,  relaciones sociales o sentimentales, dificultades con los padres o en el instituto.

Aunque la anorexia y la bulimia comparten los rasgos que hemos mencionado , son dos problemas distintos que se diferencian fundamentalmente en:

La anorexia nerviosa se caracteriza fundamentalmente por un miedo excesivo para engordar, lo que provoca que la persona restrinja exageradamente la ingesta de comida. Están excesivamente delgadas, su peso está por debajo de lo que se espera para su edad y talla, llegando al límite de la desnutrición e inanición. Normalmente padecen amenorrea, es decir, retirada del ciclo menstrual más de tres meses consecutivos

La bulimia, a diferencia de la anorexia, suelen tener un peso normal. Alternan periodos de restricción de comida, en los que apenas comen, con otros periodos donde se descontrolan, habiendo episodios de “atracones” ( Ingesta de grandes cantidades de alimentos, sobre todo muy calóricos). Esta alternancia, hace que la persona entre en un bucle para no engordar, ya que después de un atracón se sienten muy culpables y provocan el vómito, se dicen así  mismas que será la última vez , e inician su dieta restrictiva, hasta que se descontrolan pegándose un nuevo atracón y vuelta a empezar.

Tanto en un caso como  en otro podemos,  ayudarles dotándoles de estrategias a padres y adolescentes (en su caso), para poder enfrentarse de modo sano a sus dificultades, gestionar sus emociones y restaurar patrones de alimentación adecuados.