Trastorno Obsesivo Compulsivo Infantil

Trastorno Obsesivo Compulsivo Infantil

El Trastorno Obsesivo Compulsivo Infantil, no es tan conocido como en adultos, pero se manifiesta prácticamente del mismo modo y limita la vida del niño o del adolescente e interfiere en su día a día, como sucede en la vida de los adultos

El Trastorno Obsesivo Compulsivo Infantil (TOC infantil),consiste en la presencia de obsesiones y compulsiones. Las Obsesiones son pensamientos intrusivos, involuntarios y persistentes, que generan un grado de preocupación y angustia en el niño o adolescente por su contenido, ya que les alertan que algo malo podría suceder. Pese al esfuerzo de no pensarlo, a la persona le resulta imposible, eliminarlos de su mente. Las compulsiones son acciones, comportamientos o rutinas que se realizan en un intento de aliviar la angustia que generan las obsesiones.

Un ejemplo de obsesión en un niño puede ser pensar que algo malo puede sucederle a algún miembro de su familia. El pensamiento va acompañado de una emoción de miedo tan intensa, que provoca que el niño sienta que ese pensamiento podría hacerse realidad. La compulsión de este niño podría ser el asegurarse continuamente que su familia está bien, incluso intentar evitar que hicieran cosas que para él pueden ser fuente de peligro, como por ejemplo viajar.

El TOC suele comenzar entre los 7 y los 10 años.

Afortunadamente, el TOC se puede tratar. La terapia cognitivo-conductual se ha demostrado ser efectiva con adultos y niños.

Lo primero con lo que nos encontramos cuando un niño padece de una preocupación excesiva, es realizar un buen diagnóstico diferencial, para no confundir el TOC, con una ansiedad de separación o un trastorno de ansiedad generalizada.

Una vez que el diagnóstico es claramente de un Trastorno Obsesivo Compulsivo, lo primero es explicarle al niño lo que le ocurre, adaptando la explicación a su edad para que lo pueda entender y tranquilizarle al mismo tiempo.

Una técnica que funciona bastante bien con niños, es lo que conocemos como «externalización», explicarle al niño que hay algo como por ejemplo un ser posado en su hombro, que le genera esas preocupaciones. Podemos usar, dependiendo de la edad del niño y sus preferencias en ese momento, diferentes personajes que sean sus ídolos de películas, series, comic, etc. Podemos crear un pequeña historia donde ese personaje posado en su hombro, cuando se entusiasma con algo, habla sin parar, y nosotros tenemos que aprender a relajarlo. Si el niño es más mayor, podemos utilizar la metáfora de que nuestro cerebro es como un ordenador, y hay una parte de él con un virus que cuando ataca, nos genere preocupaciones. Y nosotros, cuando eso sucede, tenemos que poner en marcha un antivirus o cortafuegos.

El niño tiene que entender que las obsesiones no forman parte ni de la realidad ni de su identidad. No forma parte de su persona y a su contenido no hay que darle credibilidad.

Una vez que ha entendido lo que son las obsesiones, hay que intentar identificar las compulsiones que utiliza para quedarse tranquilo, ya que habrá que explicarle, que no son realmente efectivas y tendrá que aprender otras herramientas o formas de tranquilizar al personaje o de poner en marcha el antivirus.

Las compulsiones más comunes son: la argumentación lógica o razonamiento, confirmación, reaseguración, repetición, orden, limpieza, evitación y rituales supersticiosos.

Ansiedad Infantil: los niños también padecen ansiedad.

Ansiedad Infantil: los niños también padecen ansiedad.

La ansiedad infantil es más frecuente de lo que podríamos imaginar. Los niños, al igual que los adultos, también padecen ansiedad. Sin embargo, puede pasarnos desapercibida a los adultos.

La ansiedad es una emoción de miedo, que como cualquier emoción, cumple una función para el ser humano. En concreto, el miedo nos alerta de posibles amenazas para preservar nuestra supervivencia, o de situaciones nuevas de las que aún no sentimos control.

La ansiedad infantil se considera patológica, y por tanto, recomendable tratarla, cuando es excesiva para lo esperado en la etapa de desarrollo o edad del niño, perdura en el tiempo y no parece mejorar pese a los esfuerzos de niño por no sentirla.

Cuando mencionamos que el miedo dura más de lo esperado para la edad del niño, nos referimos a que en ocasiones los miedos evolutivos, que son naturales y suelen remitir de modo espontáneo con la maduración del niño, persisten y pueden derivar en una ansiedad patológica. Aunque en la mayoría de los casos, suelen ser miedos leves y no persisten con el paso del tiempo, tales como el miedo a la oscuridad, a ciertos animales, ruidos…

La ansiedad en los niños, al igual que en los adultos, se manifiesta a través de síntomas físicos, cognitivos y conductuales.

Los síntomas físicos, que en la mayoría de ocasiones, encierran ansiedad en niños y adolescentes son:

  • Temblores
  • Dificultades para dormir ( pesadillas o terrores nocturnos)
  • Dolores de cabeza
  • Sudoración en las manos y sensación de tenerlas frías.
  • Nausias, vómitos y quejas de dolor de barriga
  • Problemas en el control de esfínteres, en ocasiones de forma regresiva
  • Tartamudez.


Los síntomas cognitivos variarán en función de la edad de l niño y de su desarrollo cognitivo y emocional

  • Enlentecimiento del pensamiento, el tiempo que necesita para realizar sus tareas es excesivo para su edad
  • Disminución de su rendimiento escolar.
  • Tendencia frecuente a preocuparse por diferentes aspectos del día a día.
  • Anticipación catastrófica del futuro.
  • Preocupación excesiva por lo que los demás piensen de él/ella.
  • Miedo excesivo y persistente por la pérdida de las figuras de apego o de que puedan sufrir un accidente o daño.
  • Pesadillas
  • «Manías» o rituales.

Los síntomas comportamentales, también varían en función de la edad del niño o del adolescente, entre otros puede manifestarse:

  • Irritabilidad y labilidad emocional
  • Agitación, nerviosismo o exceso de actividad
  • Rabietas más frecuentes de lo habitual y sin causa aparente
  • Impaciencia
  • Aislamiento social, no quiere jugar con otros niños y evita las actividades extraescolares
  • Resistencia a ir a dormir
  • Negación a ir al colegio

El miedo a la muerte en los niños.

El miedo a la muerte en los niños.

El miedo a la muerte en los niños es uno de los temas más complicados de tratar con nuestros hijos/as. El tema de la muerte, es un tema difícil incluso para muchos adultos, evidentemente no es un tema agradable, pero cuando uno de nuestros pequeño manifiesta su miedo al final de la vida, no podemos plantearnos el evitar el tema como una solución.

El tema de la muerte es algo que todas las personas nos lo planteamos y pensamos acerca de ello. Al igual que ocurre con los adultos, que según las circunstancias personales de cada uno, se trata el tema de una manera u otra, con los niños habrá que tener en cuenta diferentes factores a la hora de abordar el tema con ellos, tales como:

–    La edad del niño, ya que la idea de muerte en los niños varía en base a su edad.

Aproximadamente, hasta los seis años los niños no suelen temer a la muerte ya que lo ven como algo temporal y reversible. Por ello utilizan, en ocasiones, cuando están enfadados, la muerte como un castigo: «¡Cómo no me des el juguete te mato!»

A partir de los seis años y hasta los nueve aproximadamente, el concepto de muerte se desarrolla hacia una idea más definitiva, es decir, ya son consciente de que si te mueres ya no hay vuelta atrás, y de que es algo universal y que sucede a todos los seres vivos nos sucede alguna vez. A los 9 años aproximadamente, ya saben que sus seres queridos pueden morir, y por ello se desarrolla a veces una angustia ante ese hecho que puede manifestarse o no. Es muy habitual que el miedo a la muerte se exprese como miedo a la oscuridad, a la soledad, a las personas malas…

Si detectamos que esto ocurre, sería adecuado hablar con ellos de esos miedos, para que no se agraven.

A partir de los once años, ya definitivamente, tienen una idea clara de que la muerte es algo universal, irreversible e inevitable, y empiezan ademas a tomar consciencia que ellos también podrían morir. Por ello, en este momento, pero teniendo en cuenta la madurez del niño, sería conveniente trasmitirles la muerte como la etapa final de la vida

 

 

 

 

 

 

 

–    La madurez emocional de nuestro hijo/a, es otro factor a tener en cuenta a la hora de abordar el tema de la muerte. Dependiendo de cómo nuestro hijo sepa gestionar sus emociones, se lo trasmitiremos de una manera u otra.

–    El desencadenante de esta conversación. La conversación será diferente si el miedo del niño se manifiesta a raíz del fallecimiento de un familiar o conocido, que si simplemente pregunta por inquietud o como un miedo evolutivo propio de la edad

El punto desde el que sería recomendable enfocar la conversación de la muerte con nuestros hijos, sería partir de la idea de muerte como algo natural, como algo que forma parte de la vida, y que llega a una etapa final en la que se acaba.

En esta conversación, es muy importante usar un lenguaje muy claro para que el niño lo entienda, siempre adaptado a su edad y a lo que realmente te está preguntando. Tenemos que evitar las frases tranquilizadoras demasiados simples «hijo tranquilo, que eso no va a pasar», y no restarle importancia a sus preocupaciones, ya que pueden aumentar sus no le aportamos respuestas tranquilizadoras.

Cuando se trata de niños/as de corta edad es más complicado tratar el tema de forma directa. Podemos utilizar los cuentos infantiles, ya que en la mayoría la muerte es un hecho recurrente

En los niños/as de una mayor edad avanzada lo que nos suelen trasmitir, es su necesidad de saber qué vamos a permanecer junto a ellos/as. Es fundamental para ellos, saber que no les vamos a abandonar y que siempre estarán cuidados y protegidos.

Como recomendaciones generales a la hora de abordar la conversación de la muerte con nuestros pequeños, te proponemos:

  1. Tenemos que trasmitirle mucha seguridad. Cuando se trate de que la persona fallecida es uno de los progenitores, además de la tristeza evidente en el niño, le angustiará si le pasa algo al otro progenitor . En este caso, habría que trasmitirle al niño, por un lado la normalidad de sentirse triste y expresarlo, así como que su seguridad, confort y rutinas no se van a ver alteradas, para provocarle un equilibrio emocional que en ese momento su miedo tambalea.
  2. Nunca se tiene mentir al niño.
  3. Hay que permitir al niño expresar su pena su pena. No podemos olvidar, que la tristeza en los niños hay veces que se manifiesta en forma de rabietas, desobediencia…habría que mantener la calma y dialogar con ellos   Es muy importante –tanto en el duelo como en cualquier otra circunstancia— que los niños aprendan que los sentimientos son algo normal y que lo deseable es expresarlos.
  4.  Responde siempre a las preguntas del niño sin cambiar de tema para evitar fomentar tabúes y que el niño sienta que te importan sus preocupaciones. Al responder a sus preguntas, no darle al niño más explicaciones de las que pida, para evitar crearle conflictos y hacerle pensar en cosas que ni siquiera se había planteado.
  5. La información tiene que llegarles sin dramatismo pero de forma clara, adaptado siempre a su edad.

Equipo Clínica Vanesa Hernández, Psicóloga en Molina

Psicólogos en Murcia

¿Sabes que los niños también tienen ansiedad?¿Cómo podemos ayudarles?

¿Sabes que los niños también tienen ansiedad?¿Cómo podemos ayudarles?

Al igual que en las personas adultas, los niños también tienen ansiedad. La manifestación de los síntomas en ellos, puede se ligeramente diferente a cómo se presenta la ansiedad en adultos, pero la viven con el mismo sufrimiento.

Para poder prevenir la ansiedad en los niños, el cómo actúen las personas de su entorno, (padres, educadores, cuidadores, familiares próximos), es muy importante, ya que la aparición de la ansiedad depende de diversos factores, entre ellos, el ambiente del niño y las experiencias vividas.

Cuando en la vida del niño se dan acontecimientos estresantes, como puede ser la separación de sus padres, fallecimiento de un ser querido, enfermedad prolongada de un familiar, un accidente, un robo en casa, un incendio…, puede no saber cómo gestionar las emociones que van ligadas a vivir este tipo de hechos. Los adultos, en este caso, podemos reducir el impacto emocional que dichas circunstancias puedan provocar en el niño.

¿Cómo?

  1. Animar al niño a que cuente cada día lo que le ocurre, cómo se siente. Crear la buena costumbre de expresar sus emociones sin temor al juicio de otros, es un amortiguador muy importante a la hora de prevenir la ansiedad, ya que por un lado le sirve para no ir acumulando estrés y por otro el hecho de contarlo le pondrá inevitablemente en una postura de solución más que de problema.
  2. Darles alternativas, teniendo en cuenta la personalidad del niño, para enfrentar las situaciones. Que sienta que la situación es abordable. Si tiene que enfrentarse a la situación poco a poco, es igual de válido y valiente. Siempre hay que felicitarle por sus logros, por pequeños que sean.
  3. No restarle importancia al cómo se siente, pero si ayudarle a relativizar el modo de percibir la situación de estrés.
  4. Hay que servir de ejemplo para nuestros pequeños. Ellos tienen que ver en nosotros modelos a los que imitar. La mayor parte de aprendizajes que realiza un niño, los hace por observación.
  5. Que el niño sienta que pese a que ya te contó el problema, tu sigues interesado por él. Seguir preguntando pasados los días, para mostrar interés de  cómo se van desarrollando los hechos y cómo se va encontrando él.
  6. Mostrarles un amor incondicional. El niño tiene que tener claro, que pese a los resultados, se le quiere por encima de todo. Se le quiere por ser quien es, no por lo que consigue. Hay que darle apoyo siempre, pero sin ser sobreprotector con él.
  7. Enseñarle a percibir la situación amenazante como un reto y no como un problema. Él tiene que sentir que la dificultad es una situación que le permitirá ser más fuerte y aprender más, como hacen los superhéroes. Para ello, ayudarles a encontrar el modo de poder enfrentarse a la situación. Generar junto con él, diferentes alternativas de solución, y planificar cómo se puede llevar a cabo. Con ello estamos fomentando su autonomía, algo que es de vital importancia para su desarrollo. Nosotros somos su guía y apoyo, el problema lo resuelve y lo enfrenta él, no nosotros.
  8. No olvidarnos que es un niño para no ser demasiado exigentes con él. No se trata de provocar hábitos perfeccionistas. No queremos crear un problema para resolver otro.

Si pones en marcha estas recomendaciones, ayudaras a tu pequeño a vivir la vida de un modo menos estresado, y ayudarás a prevenir su ansiedad

 

Equipo de Clinica Vanesa Hernández, Psicóloga en Molina

Psicóloga infantil

Psicólogos en MURCIA

Miedo en los Niños

Miedo en los Niños

thCA9ZZSULAl igual que en los adultos, los miedos en los niños son reacciones de alarma frente a situaciones desconocidas o que ellos perciben como peligrosas. Es algo normal en el desarrollo evolutivo de los niños. Por ello, la mayoría de ellos remiten por sí solos, sin tener que actuar  de modo especial sobre ellos.

Sin embargo, en ocasiones persisten más allá del periodo de tiempo en el que se supone que es algo normal, o se presentan con una intensidad mayor de lo que debiera, provocando un gran sufrimiento para los niños.

Los niños manifestaran su miedo a través de  conductas como llanto, gritos, irritación, huída o evitación de una determinada situación, temblores, sudoración, urgencia para orinar, aceleración cardiaca o tensión muscular, entre otras muchas.

Existen variadas situaciones ante las que un niño puede sentir miedo y éstas suelen ir modificándose con la edad y el nivel evolutivo. En líneas generales, en la infancia suelen predominar los miedos relacionados con separarse de los padres, las personas desconocidas o extrañas, determinados animales, hacerse daño, ruidos fuertes y repentinos, la oscuridad, determinados personajes de ficción (como brujas, monstruos o fantasmas)

En este caso, solamente se vencen si se enfrentan, con lo cual es importante que dotemos al niño de las habilidades necesarias para ello. En cuanto un niño afronta con éxito una situación temida, gana a la vez en confianza y seguridad y puede verse más capacitado para enfrentarse a nuevos miedos.